martes, 11 de enero de 2011

TERRITORIO COMANCHE




Muchas veces se plantea el problema de hacer llegar la información de una guerra a la sociedad. Problema que surge cuando en los medios de comunicación se dan informaciones, muchas veces poco contrastadas de supuestos reporteros de guerra. Arturo Pérez –Reberte, lejos de contar la historia de los buenos y gloriosos periodistas que se dirigen a los conflictos con la misión de transmitir la verdad de la guerra, nos explica muchas vivencias a través de dos personajes: Márquez y Barlés.
Márquez, periodista testarudo y cámara de Televisión Española, junto a Barlés, humilde reportero que usualmente ayuda a los equipos de rescate, se encuentran en Bosnia con el objetivo de filmar el avance musulmán y la posterior demolición del puente de Bijelo Polje, una pequeña localidad al norte de Montenegro. Tal y como describe Perez-Reberte, “Territorio comanche es allí donde oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando”.

Para Márquez, grabar la explosión del puente es casi una obsesión, aunque tenga que arriesgar su vida, la de Barlés e incluso la de Jadranka, una intérprete que les acompaña durante su estancia en Bosnia. Mientras esperan la explosión, ocultos en el talud próximo al puente, cada protagonista recuerda conflictos, situaciones violentas, comentarios y experiencias vividas junto a otros compañeros periodistas que murieron en el intento de captar una buena imagen. Recuerdan situaciones constantes vividas en la guerra: pisar una mina anti-persona que no explotó porque el peso sobre ella no era el suficiente, escapar de un tiroteo conduciendo borrachos el coche o esquivar una bomba o fuego de metralla que cae en medio de la cama de tu habitación justo en el momento que te levantas para ir al baño.

Situaciones como estas, son las que Arturo Pérez-Reberte intenta plasmar en el libro para conseguir que el protagonista reflexione sobre la crueldad y la muerte. Relata las constantes probabilidades de tortura y sufrimiento en la guerra y lo transmite mediante frases como esta: “Matar al enemigo ya no se lleva. Ahora lo moderno es hacerle muchos cojos y mancos y tetrapléjicos y dejar que se las arregle como pueda”. A lo largo del relato, el autor dedica palabras de elogio a muchos de los que lucharon en la guerra, entre ellos Paco Eguiaray, Manu Leguineche o Gervasio Sánchez y periodistas extranjeros con los que se ayudaban mutuamente.

En la novela se tratan temas como el miedo y el horror, que el autor califica como desconocidos por muchos periodistas. Reporteros mediocres que sólo pasan algunos días en un conflicto y vuelven victoriosos a casa, esperando para escribir algún libro y hartarse a conferencias.

Pero no sólo se habla de las dificultades de un periodista que ve constantemente atrocidades i desgracias de guerra, sino que también habla del ámbito personal; de cómo Barlén se respalda en una pared para vomitar cuando filman un asilo abandonado con varios ancianos aterrorizados cubiertos con sus propias heces. Otros ejemplos impactantes que muestran el miedo al que se someten los periodistas de guerra se observa cuando un compañero tuvo que dejar la cámara y llorar en un rincón cuando gravaba unos niños mutilados.

El autor enfoca con frialdad el mundo del periodismo de guerra, y califica como “domingueros” a todos aquellos reporteros que sin jugarse la piel por su trabajo, regresan victoriosos a su país. Cabe destacar que el libro se publicó en 1994 pero la situación no ha evolucionado desde entonces. Las precarias condiciones salariales con las que conviven día a día los periodistas de guerra son un claro ejemplo de la terrible situación. Lo vemos cuando Barlés explica una anécdota como administrativo de Televisión Española donde le piden que justifique sus gastos en medio de la guerra, y explica que no es una práctica extraña tener que inventar-se fracturas o enfermedades para que no le recorten su miserable salario y sus precarios recursos.

En definitiva, el libro recoge todas las atrocidades y horrores que se viven en una guerra de la segunda mitad del siglo XX. No nos sorprende encontrar constantes referencias de distintas guerras de separación de la antigua Yugoslavia, donde transcurre la historia de los dos reporteros. Vemos muchas alusiones a las batallas de Jasenovac y Kukunjevac, u otras también impactantes como la batalla de Vulkovar, enmarcada dentro de la Guerra de independencia de Croacia. 

A fin de cuentas, Territorio Comanche es una novela donde los sentimientos van ganando terreno, llegando a que el lector reflexione sobre todo el rencor de la guerra, los gobiernos corruptos y las enormes masacres que se llevan a cabo, muchas veces sin constancia alguna. En mi opinión el autor opta por relatar quizás una historia triste y dura que en algunos momentos nos hace sentir a todos ignorantes de semejantes situaciones que pasan constantemente a nuestro alrededor.


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